Vivimos corriendo constantemente estamos saltamos de tarea en tarea, de pantalla en pantalla, como si el vacío fuera peligroso.
El aburrimiento se ha vuelto en un enemigo silencioso de nuestra era: apenas asoma la cabeza, lo apagamos con notificaciones, correos o con la aplicación de turno.
Pero...
¿y si el aburrimiento fuera una puerta?
¿Y si nos estuviéramos perdiendo algo importante al evitarlo?
¿Sabias que pasa cuando nos aburrimos?
Cuando dejamos que nuestra mente entre en modo errante (divague), comenzamos a crear asociaciones inesperadas, se conectan ideas dormidas y surgen soluciones creativas.
En otras palabras: el aburrimiento no es ausencia de actividad, es el perfecto lugar para tener nuevas ideas que no pueden aparecer en medio del ruido.
El problema principal es que no soportamos el aburrirnos, llenando cualquier espacio con algún estimulo, comenzamos con la culpa de “no hacer nada”.
Tenemos la confusión de que estar ocupados es ser útiles.
Y así, es la manera que matamos toda posibilidad de reflexión espontánea.
Esta semana, te propongo que realicemos un experimento a favor del aburrimiento:
Aparta 10 minutos al día sin hacer nada, me refiero a 0 música, sin leer, sin tocar el celular, solo estar en un lugar el que estes.
Identifica la reacción de tu mente, anota lo que pienses lo que surja, tal vez descubras relaciones que desconocias o inquietudes que silenciaste. ---
Nunca sabes a donde puedes llegar con tan solo perderte, ya que darnos tiempo para aburrirnos no es una pérdida.
El aburrimiento bien gestionado es una práctica para reconectarnos y como toda práctica, se debe de entrenar.
Hoy, más que nunca, necesitamos reaprender a quedarnos quietos para poder avanzar con intención.
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Tal cual. Hemos convertido el aburrimiento en algo que hay que evitar, cuando muchas veces es justo lo que necesitamos para que aparezca algo distinto. Hay que tener claro que sin pausa no hay conexión real, solo una constante reacción en bucle.